sábado, junio 22, 2013

Ayer por la noche

... resulta serlo siempre, de la misma manera. Comienza con el titilante aullido de la noche rebosante sobre nuestras mentes, y termina con mi cuerpo desfallecido y transpirante sobre el mismo fondo azul. Con el mismo solaz revocado bajo mis mangas, bajo mis bolsillos. Con el mismo recuerdo de cada lágrima que recorrió y surcó tus labios marchitos, tus latidos afamados. Con la misma sinfonía que sonó en mis memorias cuando te sostenía entre mis brazos, cuando juntos creamos un mar salado. Con el mismo aroma de tus impulsos acariciando mis suspiros...

... no encontré las palabras adecuadas, sé que es una noche violenta, también sé que todo ese malvivir no perdona y aunque el lugar aún te haga sentir como un pequeño niño, el repiquetear de la lluvia no dejará de golpearte en el rostro. No habrá manera de escaparse de los espacios en blanco que ahora estarán presentes y latentes como lo fuiste desde el origen del tiempo, desde el origen de cada una de mis memorias en las cuales te encontrabas justo al otro lado del espejo...

... poder arrancarte de un sólo zarpazo, de un sólo tirón. Me encuentro dentro de un pensamiento bastante arcaico, tanto, que aún puedo vislumbrar cada silueta a escalas y matices de grises, de tonos "perfectos". Pero sobre todo, poder dejar todo lo anterior bajo la cama, dentro de una caja en el ropero. Olvidar que estarías presente y latente en mí, y más importante, olvidar cómo fuimos uno mismo alguna vez pero ahora, y sólo ahora, tú eres lo más importante obstinada y arrogante dulce conciencia mía...

lunes, junio 10, 2013

El Solar

Hay días en los que despierto con una desfachatez hacia el mundo, días en los que quisiera no recordar cómo es hablar por la piel. También hay otros tantos en los que abro los ojos con el mismo recuerdo que suelo repudiar mientras enlisto tus encantos. Hay días en los que jamás duermo, en los que no estoy despierto. Esos días en los que camino en el sueño eterno, los mismos en los que cuento cada paso de regreso a casa. Hay días en los que envío palabras encandiladas al aire con el derrame de tu sangre hirviendo sobre ellas, y días en los que sólo pronuncio las palabras mínimas de una manera tan mezquina, tan irreverente. Sea como sea, siempre hay días en los que añoro poder volverte humana bajo un solar.

En cambio, hay noches en las que quisiera enseñar a corresponder, esas mismas que puedo medir con sábanas gastadas. Noches en las que vivo enajenado por tantos gritos que se asoman desde la ventana, esos que repiten cada uno de mis temores. Hay noches en las que quisiera poder derrocar hasta el más antiguo de los cimientos, esos mismos que siguen siendo parte del andar atolondrado de una tortuga. Noches perpetuas que siempre terminan de la misma manera, que me recuerdan cada una de mis debilidades. Esas mismas noches en las que me vuelvo parte del hastío del mundo y en las que detengo el ritmo del tiempo con sólo un suspiro. Sea como sea, siempre hay noches en las que quisiera brillar con tu rabia resplandeciente.

Y más aun, hay momentos en los que ya no me importa el rechinar de las manecillas azules, momentos en los cuales deploro todo el devenir que arrastro en mi linaje. Hay momentos en los que pretendo asfixiar cada remembranza arcaica con el nuevo recuerdo que emerge al filo de la media noche, pero, para esos momentos, mejor no me tomes en cuenta. Para dichos momentos no precisamos nada más que dejarse llevar por el son del amanecer, y entonces, por vez última, nada más será necesario. Nada.

sábado, junio 01, 2013

Perfecto e ideal...

Quizá la manera correcta es comenzar con el pie izquierdo. Con el pie al descubierto, sin calcetines, sin zapatos. Continuar en busca de una pared blanca, un poco burda. Nadar dentro de un pantano, pescar en él y sumergirse sólo para refrescar el cuerpo con agua fría y "cristalina". Recolectar algas y alguna que otra rareza sólo para enajenarse de lo lindo. Para volver a eso del país místico donde sólo existe ese ente al cual nadie se atreve a contradecir o declinar algo en contra suya, amenos que sea a sus espaldas. Basta con resolver y perdonar premisas arcaicas con una sonrisa chueca, con un abrazo morigerado y taciturno lleno de estupor. Amortiguar la caída con un pavonear ladeado, palpitante, escrupuloso, lánguido, erguido, temeroso... Bailar al son del atardecer.

A veces sólo es prescindible saber la manera correcta para decir adiós, la manera para hablar con el alma sin necesidad de estar despierto. Saber soñar sin la necesidad de dormir. Basta con querer desde el pie izquierdo hasta el filo de los latidos. Suficiente es con llenarse de regocijo, con disfrutar en silencio. Quedarse de alguna manera, pero quedarse. Cerrar los ojos cuando en verdad se precisa, cuando la situación lo pide a gritos sin acongojarse, sin refocilarse en aglomeraciones de avispas mentales ni nada de nimiedades absurdas. Cerrar los ojos cuando se deja de ser mártir, cuando eso del ser mezquino ya no está presente. Y abrirlos sólo para verse a sí mismo en el mirar de alguien más...

Ideal o perfecto... Perfecto e ideal... Ideal y perfecto es cerrar los ojos cuando se está enamorado...