jueves, agosto 17, 2017

Situaciones

Podría contar cada día de mi vida hilando sensaciones. También estoy seguro que podría hacerlo contando y organizando argumentos donde la situación principal se desenvuelve de cierta manera, la misma que sigue corrompiendo mis retinas. He aprendido bien que la vida es una gran bahía. Una bahía llena de recuerdos, de palpitaciones. Una bahía llena de sangre. Quizá es extraña la mezcolanza de vida y muerte que suelo derramar día con día, quizá no lo es. Después de tanto libelo a veces es momento de cambiar de entonación, de frecuencia, y algunas otras, sólo basta con desatinar al metrónomo al cual nos vemos inmersos noche tras noche. Y unas más (nunca hay que dejar cabos sueltos), de esas que se convierte en nimiedades, es preciso ser efímero, hercúleo. Es necesariamente preciso convertirse en gigante.


Situaciones inconmensurables, latentes. Situaciones llenas de memorias y recuerdos, de sensaciones carmesí. Situaciones donde el tintinar del vino sigue escurriendo por la comisura de los labios. Situaciones presentes sin ser, presentes sin alma. Situaciones ausentes sin mente... Situaciones y más situaciones donde podemos contar constelaciones, donde el cosmos seguirá siendo nuestro guía. De eso he estado despilfarrando palabras todo el día, de llenar el tiempo que transcurre mientras arrastro cada letra, de situaciones en las cuales se puede volar con los ojos cerrados, donde uno se deja consumir por la atmósfera y es entonces que por fin nos volvemos cenizas. Rebozar cada minuto con situaciones donde hay clímax y reencarnaciones, donde se puede ser sol y luna a la vez mientras observamos las dunas de la soledad. Y más aún, situaciones donde el carmesí, y el violeta, y el azul, emergen al filo de la media noche, del filo de tu piel, tu piel erizando mis poros, mis poros respirando al compás de las manecillas azules... Respirando y perdiendo todos los sentidos... Aún quiero aprender a vestir de mariposas y entonces, podré naufragar. Ya no habrá que esperar más.


martes, agosto 08, 2017

Raindrops

Las manos tiemblan mientras la respiración decae, el silencio se vuelve perpetuo, inhóspito y un poco taciturno; los pensamientos corrompen el alma mientras nos encontramos inmersos en situaciones atonales. El metrónomo indica el ritmo y la monotonía de los días donde consagro algo impío, casi ininteligible; los párpados caen pesados como copos y la sangre hierve mientras pinta mi ser.

La manos tiemblan mientras mis impulsos se detienen, se congelan, mientras estos se quedan dispersos ante la gran calamidad inconmensurable que corrompe mis retinas, las pulsaciones y palpitaciones aceleran tan rápido como una bala disparada entre las cejas, mi sonrisa muere lentamente y los estragos amargos derrochan recuerdos a razón de cualquier otra benevolente y afamada situación. Mi piel y cada uno de mis poros abiertos, aunque no a la incertidumbre, permean mis instintos; se desgarran, se destruyen, se crean...

Las manos tiemblan mientras nos falta el aliento, mientras sobre sábanas gastadas creo un refugio, mientras , y en conjunto, rememoro cada reminiscencia donde esclareciste las políticas de resignación donde cantamos al aire, al mar, al Ecuador; donde nos pertenecimos en plena obscuridad, donde, y al filo de la media noche, se hacen presentes los ausentes para reiterar la ficción; donde he de morir mientras las palabras escurren por mis labios, mientras estas se tatúan en las yemas de mis dedos esperando poder cumplir con el devenir, con volverse inmortales.

Las manos tiemblan, la respiración se vuele lenta y paulatina mientras todos los sentidos se desvanecen en el espacio, donde el silencio y la obscuridad prolongan el desvelo. Las manos tiemblan mientras los impulsos han de quedarse dentro de la nevera, mientras el aliento se queda impregnado en el último adiós.
Mis manos tiemblan al son del anochecer, me busco, reitero para mis adentros sobre la maldita marca de crucifixión que he de llevar tan arraigada como la cordialidad y los buenos modales; mis manos tiemblan mientras anudo mi corbata y coloco en mí la mejor presentación que he de denotar, mientras hablo y callo y grito al mismo instante, mientras pretendo desvanecerme con el viento.

Mis manos tiemblan mientras sujeto una destrucción inminente, mientras pretendo girar al compás de la rueda llamada revolución...