domingo, julio 21, 2019

Far far away

Habríamos de volar la noche entera, creando y colisionando entre las estrellas; bailando y remembrando la caricia y el tacto, las manos y el alma entrelazadas. Habríamos de ser parte del tránsito sanguíneo y de las conversaciones habladas por la piel, habríamos de rematar el celo y el miedo hasta olvidar nuestros nombres.

Habríamos de remontar al ser mismo, puro y en esencia, hasta que la noche nos consuma <nuevamente>, habría que hacerlo al filo de la media noche, a media luz y plena obscuridad, antes y después del llanto, antes y después de la realidad; habríamos de llegar tan lejos como el cielo lo permita, antes y después de perderse en la utopía del sí y no a la vez.

Habríamos de hablar de los encantos más profundos, llevando los impulsos hasta la punta de los dedos, hasta el inicio de tu espalda y la mía, hasta que nos convirtiésemos en una extensión del otro, un cuerpo y un alma vivaces; un canto y un llanto taimado, taciturno, perpetuo... irreal.

Habríamos de colapsar las memorias mórbidas, explorando el universo desconocido, la cosmogonía que se palpa sobre tus clavículas, el Venus y Marte que rodean tus caderas; el océano y el mar escondidos entre el relieve de tus labios; habríamos de encontrar el origen y el fin del universo en el beso en el que nos abandonamos... Tan lejano de la realidad y cercano de la distópica realidad...

martes, julio 16, 2019

Noche perpetua

Y si el alma trasciende, que sea sobre tu piel y tu tacto, sobre tus impulsos y los míos acordes a nuestra piel y el relieve de tus labios.
Que la noche nos invada y que las luces del resplandor esclareciente concuerde con las manos entrelazadas.
Que la noche nos haga parte de la obscuridad y que las estrellas nos vuelvan parte de la inmensidad infinita del universo; hagamos la noche y nosotros a ella; hagamos de la(s) velada(s) recuerdo(s) afines a la media noche.

La noche vuelve a encenderse, la búsqueda perpetua ha de colapsar en el momento en el que por fin nos encontramos, con notas afinadas al metrónomo de mis latidos y con sensaciones escurriendo desde los codos hasta la punta de los pies.
A ciertas horas se pierde la noción del tiempo, perderemos la razón; y si nos olvidamos con el alma de frente, qué importa si las manos mantienen en sus palmas sangre y gloria.

Hablaba de desgracia, del aliento antes de dormir y de precisar el tacto etéreo, menguado y lánguido que ha de sucumbir ante las pasiones suspendidas, ante las cenizas que remarcan las huellas de vidas ancestrales.
Hablaba del respiro al despertar y de la tragedia que corrompe los instintos donde te busco, donde te pierdo. Donde te tengo y no.

Entonces me encuentras, entonces te encuentro...

sábado, julio 06, 2019

1954

Si he de declarar fé hacia algo, lo haría retomando sensaciones, momentos e interacciones genuinas. Lo haría refiriendo todo a la presente necesidad latente de querer contentar al mundo entero, lo haría con la misma vehemencia a la que aclamo muerte a la noche. Hablaría del hatajo de cosas que corrompieron nuestros sentidos, nuestros impulsos; llenaría de melancolía el morado compartido que yace bajo flores, sangre, palabras y piel inexplorada. Hablaría de Venus y Marte; de la hegemonía del mundo y el universo; lo haría en silencio mientras me desvanezco.

Compartiría inexorablemente cada proeza vivida, cada reminiscencia olvidada; haría de la vida equilibrio...
Fluye sin detenerte, respira, recuerda y olvida... resplandece...

A veces es imprescindible vivir días en el fondo del océano, saciar el tormento, recordar los respiros después del coma; creer en la oda perfecta que se ha creado.
A veces es imprescindible evocar las sensaciones correctas, difuminar palabras bajo los artificios correctos.
A veces es imprescindible y, otras tantas, no.