martes, septiembre 24, 2019

Incertidumbre

Los climax de la vida convergen con la transición y conjunción de experiencias y algunas reminiscencias mórbidas atravesando el magín. Recaen sobre los hombros y los párpados, sobre la espalda junto a las flores moradas enterradas desde el origen de la vida y el tiempo. Las memorias se arraigan a la esencia de lo genuino y lo real, ahí mismo donde encontramos sofoco y hastío por el mundo y el universo, donde la inmundicia sería capaz de enternecer una ternera putrefacta. La traición y el cinismo carcomen el cáncer chapado sobre los días y sus cloacas respectivas. Abandono y desdén, impío, se arrastra sobre las palmas y el saludo taimado, sobre todo lo que no se puede ver, lo intangible, lo etéreo.

Si bien he dado vueltas un sinfín de veces, jamás percibí sensación alguna de terror a la hecatombe con la que despertamos, con la que dormimos y soñamos ; esa misma que trasciende a las realidades en las que nos encontramos con los ojos cerrados, con la justa glorificación de ser el primer recuerdo al despertar. Las manos tiemblan y el pulso se acelera conforme los ritmos invaden mi alma, la época futura parece un recuerdo lejano, los matices y contrastes de los días llenan de melancolía hasta lo más banal.

La noche aguarda, espera con la inquietud de llevar tu alma a dondequiera que se le dé la gana. Despertar en Venus o no despertar, las ideas, cual colonia de mariposas, rebosan persuadiendo a todo lo que se le cruce, convirtiendo a los rascacielos en máquinas de velocidades, llevando el ópalo y el carmesí sobre troncos latiendo, sobre el árbol de las memorias. Pasa el tiempo, he vuelto a nacer, y aún no comprendo el contexto que llevo dentro.