martes, febrero 25, 2020

Soliloquio No. 5

Me he encontrado de nuevo con los estragos de la vida morigerada y taimada a la cual nos hemos inmiscuido en un abrir y cerrar de ojos; las emociones que recorren cada centímetro de mi piel muestran avidez por ofrecer y recibir más de lo que puede sostenerse en un parpadeo.

He recorrido las partes más mezquinas y llenas de libelo que habitan en mi alma y en su sombra, las mismas que llevan a ti el ocaso de alfabetos y la muerte entre tus piernas. La melancolía cosechada de las flores purpúreas bajo las solapas de mi piel, grita al unísono por pasión desmedida; por miedo y fascinación.

Los noches suelen hastiarse de algunas reminiscencias de vidas pasadas, de situaciones ajenas a esta vida o a esta realidad, de desvelos donde la orilla de la cama es capaz de reconfortar más que la endeble e innumerable soledad; las noches suelen hastiarse de sueños llenos de desdén y un poco de aromatizante con fragancia a frutos rojos.

Habría de cruzarme en tu camino, sin razón ni presunción, al atardecer, cuando la iridiscencia naranja es capaz de volver en vino la tinta del corazón y las venas; habría de hacerlo al anochecer, cuando la luna platea la vida y la muerte a la cual no(s) perteneceríamos.