viernes, julio 31, 2015

Implosión

Me encuentro aquí y ahora delante del hastío del mundo, de la consagración inmaculada que se postró en el culo de la creación, de Dios si así lo precisas. Me encuentro viviendo en retroceso, con reminiscencias marchitas, con marcas oxidadas aún escurriendo de los dedos y de las uñas, inclusive de mi coleto. Me encuentro sintiendo asco y repulsión a toda la creación humana, preguntado sin cesar si podría ser capaz de semejante atrocidad, observando y mermando las imágenes que están colapsando ahora delate de mí. Les oigo decir que soy indulgente, irreverente, imbécil, que de manera perpetua desaparezco de mí mismo para ser parte de ellos. Estoy harto de todo esa perorata interminable que tiene lugar en cada rincón de mi mente.

Es entonces que decido fastidiar de lo lindo a cada uno de estos presentes corrompiendo de la misma manera, ¡vaya mierda! Sujeto cada extremidad con la punta de las mías que ahora parecen más tenazas y extirpo cada parte profanando el origen de las mismas. No hay marcha atrás. Recalco cada diálogo donde se comprendió origen de tiempo y espacio, donde se esclareció cuál sería la situación idónea para lograr salir de mí mismo. Me miro de nuevo delante de todas las declaraciones y escupo en este orinal en que se ha convertido la vida.

Palpo con los ojos abiertos porque he arrancado la mala melancolía, la misma que se escribe con doble L. Cierro los ojos para escuchar sin tiempo ni razón, entonces despierto.

miércoles, julio 29, 2015

Hoy que pasas de mí

Hoy que pasas de mí, al menos por un instante, espero que seas más que un recuerdo, que las sensaciones esclarezcan cada uno de los pensamientos de por medio, que no haya razones para contenernos y sin prejuicios podamos perdernos.

Hoy que pasas de mí, de manera perpetua, espero que seas más que una simple imagen, que cada una de las palabras declaradas irradien nuestros corazones, que no haya regresiones ni remordimientos, que al filo de la media noche podamos desaparecer.

Hoy que pasas de mí, sin estar presente ni ausente, espero que quede estipulada cuál es mi creencia más fuerte, que giremos de manera impía e inmaculada, que bailemos al son del amanecer, que podamos existir sin prevalecer.

Hoy que pasas de mí, y no sólo por mis pensamientos, he perdido la noción del tiempo.

domingo, julio 19, 2015

A veces

A veces hay que llorar, llorar con el corazón, llorar con el alma, llorar con los recuerdos cayendo como copos pesados de nuestras manos, escurriendo por las rodillas y derramándose por las lágrimas. Llorar con un llanto conciso sin estertor taciturno ni parsimonía infinita. A veces hay que hacerlo a media noche cuando no hay visitas sin consulta ni efemérides pertinentes, cuando se está en completa calma y la melancolía mermada no está constipando las entrañas. Y otras tantas hay que hacerlo a obscuras y en silencio mientras con ojos abiertos se descansa el sueño del mundo.

Me parece absurdo y soez no tener otros recursos para ahogar el llanto, para declinar y escudriñar cada una de las declaraciones celestiales. Me parece una maldita ridiculez seguir recurriendo a tus recuerdos cuando se está a horas de distancia, cuando estás divagando en el ocaso de otra naturaleza mientras yo me encuentro aquí y ahora sin sol ni invierno. Y peor aún, soy yo quien me parece más ridículo y absurdo enclaustrando cada día de cristal cual reliquia inmaculada.

A veces hay que callar cuando se está vivo y pleno, cuando se es ridículo y elocuente sin previsión alguna. A veces hay que callar mientras con un nudo en la garganta te miro y me miras diciéndome las grandes proezas del sueño que no duermes, del canto que no deliberas, de los recuerdos que no prosperas. A veces hay que callar cuando con arrebato me despojas de mí con una sonrisa y una caricia, mientras mantengo el sueño que no concilio, mientras vocifero un canto al Ecuador (porque ellos cantan demasiado bien o demasiado mal), mientras sostengo cada recuerdo tuyo con guantes de niño y refiero cada uno de ellos a tu mirada, pues, basta con mirarte a los ojos para perder la razón.

A veces hay que llorar, a veces hay que callar, y más importante aún, a veces hay que llorar y callar al mismo tiempo, mientras se sostiene la delicadeza ajena y se es más que un solaz irremediable. A veces hay que callar y llorar mientras, y con mucha razón, se desmenuzan las venas para extraer la tinta con la que hoy vengo a declarar que estoy muerto. (A veces en mí recae la noche.)

lunes, julio 13, 2015

Bendita Enajenación

Aún me encuentro viviendo de sonidos abiertos, sosteniendo la mirada entre las manos y palpando con los ojos cerrados. Me mantengo con el recuerdo esclareciente postrado sobre mis retinas, con la delicadeza y fragilidad de tu inteligencia vinculada a mi sexualidad. Aún me encuentro enajenado de tus/mis días de gracia donde sin importar "cuándo", "cómo" o "por qué" juntos clamamos victoria. Me parece absurdo quizá. Me parece absurda esta manera en la que te mantengo dentro y fuera de mi mente remarcando así la melancolía que está escurriendo de mis manos.

He prescrito ante mí y mi mente y la de cada uno de ellos las políticas sin contrato donde te he colocado en la cima y por encima de cualquiera y no lo he hecho por mera fascinación, no. Va más allá de lo que me muestra el atisbo de realidad al abrir los ojos a media noche retorciéndome entre mis propias agonías e impulsos, girando la almohada mientras cada uno de mis poros supura la conjunción de tu aroma arraigado a mi tacto y mi olfato y cada uno de mis sentidos.

Ojalá fueras de mí más que un recuerdo, que fueras de mí no sólo cinco minutos al día mientras sigo mermando una utopía distante. Ojalá fueras de mí no sólo una hora exacta cuando juntos programamos un encuentro en el sótano de mi mente mientras mis dedos siguen carcomiendo mi piel centímetro por centímetro. Ojalá fueras de mí más que de mis pensamientos por las noches cuando duermo y sueño despierto bailando con la ciudad. Simplemente fueras de mí más que la respiración misma.

Y ahora que he declarado lo anterior me atrevo a recalcar el porqué de cada palabra que he llenado de libelo mientras sigo insistiendo para mis adentros, fastidiándome de lo lindo, a sabiendas que ha de ser en vano puesto que no eres más que una aberrante y parsimoniosa escena donde pronto bajarán el telón; lo he hecho porque estoy ahíto de tenerte y no.