jueves, septiembre 27, 2012

Día 162

Para empezar de la manera correcta, comienzo con el recuento de casi medio año. El principio es un poco complicado, nublado. Gris. Tan gris como las nubes que miro a través de ti, a través de tus ventanas. Caminando distinto. Comiendo distinto. Pero no pienso distinto. Sigo esperando y esperando. Descubro que esperar jamás fue tan inquietante, y si todo sale bien un buen día llegará la paz eterna. Esa paz, ¿quién no querría envolverse en su parpadear? Vamos contemplando el oscurecer de una eternidad (y todas las que faltan). Después, todo continúa con el abrupto cambio de vida. Comenzar desde cero. Un nuevo sitio para estar, una nueva forma de imaginar, un lugar más en cual no puedes encajar.

Viento frío de verano, ¿u otoño?; acaricia mi piel. Aviva mis sentidos. Penetra mis poros. Eriza mis tejidos. Sol de invierno y primavera. Somos parte del mundo. Somos parte de la vivaz chispa que emerge desde el fondo del mar. Burbuja tras burbuja. RESPIRAR. Soplar, es momento de soplar y pedir un deseo. El color amarillo me enseñó a soplar sin cesar. El amarillo del mundo me enseñó como todo está lleno de deseos. Desear y crear jamás han sido tan semejantes. Somos parte del todo. No somos nadie.

Una vida abierta. La puerta ya no tiene cerradura. Ya no más. Un sorbo a una copa, y el chapaleo del vino resbalando en el coleto. Un resonar chirriante, el badajeo incesante y constante, dentro. Tan dentro que es preciso llevar una lámpara de bolsillo. Una lámpara de aceite. Y si tienes suerte de ser ciego, una rabia resplandeciente que es como el braile en la noche. Un brillar marginado, mezquino, una verdadera nimiedad. Un brillar banal. Una receta médica llena de símbolos. No más antihistamínicos. Una caja repleta de pastillas y un degenerado, con fantasías adolescentes, medicado de por medio.

Llamadas sin un principio ni un final, sólo el marcar del tiempo. Tic-tac. Hora de regresar al mundo iracundo. Hora de caminar de nuevo de la misma forma. Aquella manera correcta. Un recital para mis adentros, y de nuevo, hora de caminar en reversa. Sin mirar atrás. Sin mirar enfrente. Sin siquiera percibir el mundo a tu rededor, sólo con la marca en la nuca y agujero que dejó el último plomazo detonado desde el corazón. Detonado desde el alma.