He olvidado todo de mí, olvidé mi nombre y los polisílabos que lo conforman, olvidé la pronunciación de mi alma aristócrata, olvidé el color de mi sangre y el sabor de mi respiración.
He olvidado todo del mundo, olvidé el sentido de los puntos cardinales, olvidé la diferencia entre los trópicos y su hegemonía, olvidé al meridiano cero y mi canto al Ecuador.
He olvidado todo de ti, tu sabor efímero y ese desdeño sobre tu piel, olvidé las sonrisas y los llantos irrefutables, olvidé el sentido del tacto y aquella conversación que sosteníamos con la mirada.
He caído en la cumbre del olvido, he resentido el sabor mezquino y marginado de la soledad y el frío veraniego.
Odio no poder tirarme al olvido. Odio no poder olvidar todo.
Odio ser tu olvido mismo.
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