domingo, febrero 26, 2017

Inocuo

Las sensaciones inocuas quizá son mis favoritas, más por mera pesadumbre que por fascinación o algo semejante; pienso en lo grotesco que puede llegar a ser el infame enanismo de los corazones rotos y las almas que han perdido la victoria y gloria que deberían cargar sobre los hombros. Ahora que pretendo proclamar verdades y realidad tatuadas sobre mis pupilas es que me doy cuenta de la funesta sinfonía a la que se arraigó mi melancolía, ahora que lo estrecho sobre mi piel reencuentro las flores moradas que están escondidas bajo esta.


Me parece tan lúgubre el trecho en el cual hemos de inmiscuirnos a razón de la desesperada desolación, ese maldito lapso de pérdida de razón mientras se está con ojos cerrados y palmas abiertas en el aislamiento de cuartetos y quintetos enajenados hablando del romance y el amor por sensaciones inocuas. Llueve en mis recuerdos y empalmo en pilares cada uno de mis rostros sobre la marca del viejo tesoro, me llueve el corazón mientras el vino corroe mi sangre y mi desnudez insufrible.


Mis manos llegan a un contacto inalcanzable para el contexto que pretendo derrochar a raudales y es cuando me digo a mí mismo "¡Vaya mierda!"; repito para mis adentros mientras río de lo lindo por lo absurdo que es mi vagar. He de celar los recuerdos casi ininteligibles que están surcándonos la piel, llevo historias tatuadas bajo cada lunar y cada imperfección; tengo una sensación de tanta avidez como esa necesidad de querer crear revolución y grabarla sobre nuestras clavículas.

jueves, febrero 16, 2017

642

Habría preferido no dar connotaciones al aire con tanta franca ambigüedad, no lo digo de manera vivaz o elocuente, es más bien una especie de estertor taciturno que apesta a mierda. Las maneras de proclamar victoria no son del todo correctas o afables, al menos no para esos jodidos receptores carentes de sarcasmo indiferente; y aunque en verdad lo fuera jamás sería suficiente <suficiente nunca es bastante>.


Vamos vamos, no vengo a empobrecer tu retorcida mente con delirios banales y mezquinos sobre la vida, ¡no qué bah!; veamos esto, querido lector, como una especie de ultimátum lanzado desde el corazón y apuntado justamente entre las cejas, hablemos de la isla radiante y el claridiscente fulgor derrochado desde tu mirar hacia el mío, ¿acaso no ves la transparencia entre líneas que hoy he decretado?, o es acaso que dije algo mal... (¿?)


Las palabras me sobran y escurren de los dedos y los codos y las muñecas y los hombros y las clavículas; aunque mi boca calle con tanta desgana, aunque tenga una radiante inexpresividad arrogante, aunque el mundo se detenga y gire hacia el lado contrario, aunque deba de sangrar por la sien a causa de mi corona.

Tanto libelo por décadas y décadas han de consagrar algo impío sobre este inmaculado abandono y desolación, no queda más, no queda más; nos quedamos solos. Entonces morimos solos.


Pasa la noche con tanta calma, irradia agobio y agonía en silencio, mira debajo de la cama y encontrarás las dos caras de la verdad; miro debajo de la cama y soy atento al delirio que carcome mi ser.

Pasa la noche con tanta calma, irradia agobio y agonía mientras, a tientas y a ciegas, busco el consuelo de los recuerdos sobre sábanas gastadas.