viernes, mayo 29, 2020

Intermitente

La mente y el corazón colapsan al borde del precipicio, donde el halcón presagia, con alabastros, la infame libertad. Las palabras que transitan todo sistema son quienes pretenden remontar las reminiscencias y artilugios profanados por el amanecer, por el momento perdido donde la libido descansa. La noche me envuelve consumiendo, a brazas, las luces brillantes; a mis pensamientos llegan imágenes donde habremos de conocernos por la piel y el tacto, los mismos instantes donde hemos de consagrar la urgencia con delicadeza.

Abrir los ojos al borde del precipicio, donde el halcón presagia la libertad inminente, intermitente, como esa ausencia que prevalece; como esa soledad implícita de la vida. Cerrar los ojos al amanecer, cuando el claro de luna ha cubierto a la vida y el desvelo compartido, cuando la sensación de tacto se echa de menos como a las estrellas y el mar. Desaparecer tras el compás unísono de los cincuenta y dos hertz chapaleando en mis oídos.

Las sensaciones recorren la punta de mis dedos, las caricias van inmersas en letras y palabras articulando el borde del precipicio, el mismo donde el presagio se convierte en vuelo. Me pregunto si los arribos suceden a tiempo o destiempo pero qué importa si el reloj de mi bolsillo está roto, si los ciempiés no pueden volar y la noche comienza a encenderse.