sábado, febrero 25, 2012

Claro de Luna

La razón no para. Las malas palabras no encuentran punto terminal. Mientras camino junto a la multitud empedernida, las frases salen de mi boca cual torrente de sangre por las cavidades. Palabra tras palabra despilfarro sin sentido. Mas mi conciencia entiende lánguidamente. Si suena y retina mi bolsillo sólo es una muestra de afecto mal correspondido. Si  escucho el último grito desesperado sólo contemplo la magnitud de su inocencia y la guardo en un frasco cuando es prescindible. Y si la última llamada viene de la mano de una voz endulzada por la situación, siempre sabré como persuadirla a cumplir un capricho más.

Puedo contemplar mi piel bajo la espléndida mirada que hoy está a mi derecha, a mi izquierda, en el techo y suelo simultáneamente. En mi interior. Lo sé, lo sé. Es parte primordial de la cultura amortiguada por una concentración de soledad. La manera correcta es lograr un efecto domino perpetuo. Las fichas caerán y el mundo declinará hacia el comienzo de su propia perdición. Y mientras sucede semejante  barbarie, rendiré cuentas delante de "Dios" y lanzaré cada plegaria a la cloaca. Me convertiré en su mano derecha una última vez.

 Renuncio a cada parte terrenal y terminal que hay en la molécula vivaz que ha creado a la vida misma. Le doy tanta importancia al sistema como la prioridad que tiene un ardite, porque esta noche sólo he divulgado letra tras letra. He arrastrado el más infame libelo que ha contemplado la raza humana, y una vez más siento como se corrompe mi ser. Veo la actividad cardíaca disminuir prolongadamente. Y lentamente contemplo el fin de algo maravilloso. La revolución está aquí...

viernes, febrero 10, 2012

Carga neta

Veo la batalla que hay desde el otro lado. Pongamos el acento a la sinfonía de versos que contemplaremos toda la vida juntos. Me encantaría arrancar cada una de las areolas que brillan en la punta de tu piel con un mordisco irreverente. Desearía contemplar la vista de tus sensaciones carnales. Y no encuentro la manera de corregir mi mala conducta hacia tu moral. Desde chico me enseñaron a no pedir más de lo que estoy dispuesto a recibir.

Olvidé el comportamiento preferente. Ahora me encuentro desde las gradas viendo cada instante brillar un poco más. Ahora soy consciente de las similitudes que se hallan día con día. Ahora percibo cada coincidencia un poco más jubilosamente. Llenaré cada vacío que haya sido creado durante la ausencia de nuestras imperfecciones "humanas". Mi vieja química estaba encerrada en el atolladero pero ahora vuelve a mí con un aroma tan dulce. Tan suave. Tan cereza. Tan caramelo. Tan benzaldehido.


Maticemos el alma. Coloremos la vida. La vagancia de la afinidad retornará con una corona en la cabeza porque entonces sabremos que encontramos tamaña riqueza en la sonrisa de piedra que hoy está fija en mi gesto. Mi gesto. Mi soliloquio enmascarado por un poco de lluvia.