jueves, octubre 29, 2015

A Casa

De poder hablarte con el corazón, hablaría de esos momentos en los que nos mantenemos dormidos y despiertos, con latidos perseverantes a tientas de la razón que perdimos. De cada estrago amargo que se llena de recuerdos mientras las canciones corrompen todo lo que sostenemos en la copa de la mano derecha. De cada instante en el que deseoso de tu cuerpo y tus labios me arranco el alma antes de dormir.

De poder hacerlo, como dije anteriormente, lo haría sin razón ni dirección, hablaría del tiempo perdido y el origen de este. Hablaría por todos lados, hasta por los codos, de la revolución muerta en la que me convertí en juez de paz, en la quinta rueda del carro donde gira el mundo entero y donde los hombres perdieron su identidad y su rostro y su hogar y su razón de ser, el romanticismo.

De poder hablarte antes del anochecer, hablaría de las grandes proezas donde vinculé tus muslos marmóreos a la erección perpetua que está arraigada a mis pensamientos. De las grandes hazañas donde sin sentido escéptico estuve derrochando falacias de tal magnitud, que aún el centro del universo está postrado sobre mi espalda. De las cosmogonía en tu mirar y ese orden de razón o comprensión que sólo se percibe al amanecer.

De poder hacerlo, como he mencionado un par de veces, lo haría de derecha a izquierda, de atrás hacia adelante. Hablaría hasta aún estando en silencio, mientras evoco las pasiones suspendidas, lo haría aún a punto de desaparecer mientras la atmósfera me consume en cenizas. Hablaría a tientas en la oscuridad rememorando ese girar inmaculado donde me despedí de la vida que nunca tuve. Hablaría de ti y de mí hasta volvernos una realidad.

De poder hablar con el corazón en las manos antes del anochecer, lo haría con los ojos cerrados pero el romanticismo ha muerto, y yo con él.

jueves, octubre 22, 2015

Naufragio

Oí la gestación del nuevo mundo, uno que no es helénico ni formidable o utópico. Este está creciendo dentro de mí a razón de conjunciones y eslabones, a base de música; porque he referido las victorias y derrotas de mi vida a la sinfonía que está mermando mi oído izquierdo. Podría unificar todo en base a esta canción, a la misma que escurre por mi espalda y me hace moverme con el viento, ligero como una pluma de plomo, desarmando la afable sonrisa que no veo, que no sostengo, que no poseo.

Pensé en escribir sobre ti y la pérdida de razón que creó el agujero negro, sobre tu ojos donde he contemplado parte primordial de mi pasado y mi presente y mi futuro, sobre tu piel, esa misma donde veo cada una de mis pasiones y mis debilidades y mis delirios. Pensé en hacerlo al amanecer y al anochecer mismo donde, y por gloriosa razón, habría colapsado este universo que está chapaleando en mis palmas, en mis sentidos, en mi jodido destino. Mas, ahora, he perdido la razón.

Tendría que arrancarme el alma antes de morir, más por convicción que por instinto, tendría que hacerlo en uno y dos y tres minutos y en cada momento atemporal. Tendría que hacerlo sin necesidad de prevalecer donde cada presente tendría una reverencia y una felicitación, tendría que hacerlo a expensas de mi querer y tu querer. Tendría que arrancarme el alma, al menos por un instante, con la convicción de perder la razón más no el juicio. Tendría que arrancarme el alma, por más de un instante, sólo con la idea de despertar a tu lado. Tendría que arrancarme el alma antes de dormir.

martes, octubre 06, 2015

Tango Sobre la Luna

He olvidado todo lo que sé, desde lo más elemental hasta aquello que te hace perder la razón. Todo lo que no puedes ver, lo que circula a tu nombre y a tu favor declinando las falsas treguas que a tientas y en la obscuridad me he propuesto.

He tenido más de una cara y una faceta, desde las mismas con las cuales grité alguna vez a los mil vientos hasta esas olvidadas bajo la cama. Un hatajo de recuerdos están derramándose por toda mi piel y yo estoy perdiendo la respiración.

He difamado cada canto ajeno, desde esos que han sido demasiado buenos hasta aquellos que no lo son. Yo también he cantado, y no sólo al Ecuador, no, lo he hecho a razón de esa sonrisa que me ha despojado de mí mismo.

He sido parte de una y muchas dualidades, desde aquellas tan inmaculadas hasta las más terrenales. Esas que consagraron lo impío de cada momento, cada latido, cada segundo, cada sueño que no dormimos y no sentimos, que no vivimos.

He hecho mención de tantas cosas y quisiera poder proclamar aún muchas más. No entiendo de razón ni comprensión y no creo lograrlo en algún momento de mi vida. Soy el mismo que está aquí y ahora, sin vendas en los ojos ni nada bajo el brazo. Soy el mismo desnudo sin cordón umbilical y es aquello mismo que puedo entregarte a ti y al mundo entero, a todos aquellos que quieran comprobar el origen del tiempo y del espacio, del universo mismo. Soy quien es capaz de hacer que cualquier ser se remonte al cielo y soy el mismo que se entrega en mente/corazón/alma.

He entregado mi ausencia y el carmesí que palpita en mi pecho al cielo, a las estrellas y al universo de más allá.

lunes, octubre 05, 2015

Mientras cae la noche

Cae la noche perpetua, homogénea, articulada, imprevista, lúgubre; cae la noche a torrentes y caudales, a plegarias y afable fe errónea. Cae la noche acariciando las premisas y penumbras que estoy saboreando con la punta de los dedos, chapaleando en los instintos mórbidos de la sociedad, en los estragos y sensaciones de la agonía. Cae la noche etérea, no queda nada.

Te marchaste alguna vez sin pronunciar palabra alguna, llevándote mi respiración de las últimas horas, mis delirios y fantasías, mis pesadillas y una que otra maldición. Pasaste de mí como más que una hora del día o los cinco minutos antes de dormir mientras admiraba el caer de la noche sobre mis pupilas, mientras velaba el sueño del mundo con alguna mala ansiedad y desesperación. Pasaste más de mis pensamientos que de mí y como una mala broma te llevaste mis sentidos y mis impulsos, mi respiración y mis latidos, te llevaste nada.

Cae nuevamente la noche, efímera y heterogénea a expensas de la luz y el sol, sin importar el girar inmaculado de las manecillas del reloj. Cae la noche dejando rastro marcado en el filo de mi piel, en las solapas de mi sangre, en mi pensamientos donde y de buena manera estoy aclamando y anhelando y añorando y saboreando y deseando y desazonando y palpando y oliendo y probando y disfrutando ese momento en el que hablaremos por la piel y por los sentidos, en el que sostendremos conversaciones por la mirada, el mismo en el que bastará de sólo un momento para callar tus silencios con los míos.

Tengo una volatilidad muy marcada en mis sentires, en mis sentidos, en mi manera de ser. Puedo estar deseando una revolución que deje intacta a la soledad mientras por fuera demuestro una ausencia abismal. Puedo sentir con éxtasis y frenesí el querer comer a grandes bocados el mundo y querer derrochar la tinta de mis venas sin mesura y poco después declinar mis más grandes virtudes y metas con el ansioso deseo de los seis pies bajo tierra. Puedo ser todo y nada.

Puedo ser todo y nada mientras cae la noche taciturna, mientras te vuelvo parte mis pensamientos, mientras te tengo y no, después de eso, no queda nada...