De ojos cerrados se camina sobre el agua, sin vendajes anclados a las marcas de nacimiento, de párpados henchidos y pesados es como llueve. La avidez por el decir sí y no a la vez se arraiga a la desnudez con la que colapsaría el universo mismo, la misma con que se consumiría una hegemonía trascendental; si el tiempo existe, los recuerdos y las memorias se convierten en melancolía y frenesí.
La noche acaricia la vida mientras los sueños suspiran sobre los conscientes, mientras se ignora el entorno conocido y se es parte del cielo y del mundo, del aire y de cada elemento; del universo mismo. La vida acecha las caricias perpetuas que amarran sabor y olor a la piel, la vida se acaricia con la noche mientras seguimos fluyendo a través de los instantes correctos.