domingo, febrero 20, 2022

Desolación, abandono

Si pudiera desprender la carne de mis huesos, de mis articulaciones y todo lo relacionado a la anatomía humana, haría bosquejos de un mejor mundo con los raudales sanguíneos que brotasen de mi ser. Todo ha cambiado, desde mi esencia hasta mi persona, olvidé las reminiscencias del complejo de crucifixión. Minuciosamente he de desgarrar centímetro a centímetro las marcas sobre mí, habría de tergiversar la ferviente idea de cumplir con el devenir, de volverse inmortal.

Si pudiera hacer de mis delirios y agonías más de lo que mi magín permite, ya habría evocado a todo ser hasta las estrellas, justo donde el firmamento se consume en vacío y el origen del universo pierde la cosmogonía que unifica ser con ser, cuerpo con cuerpo, alma con alma.

Estaría gritando, para mis adentros, sobre todo lo que hemos de sujetar en la espalda y los hombros, sobre todo lo imperceptible para los sentidos menos desarrollados; suelo preguntarme qué hay sobre el sexto sentido incubándose en mi interior, de momentos pretende escapar y huir de mi a base de acidosis y reflujo pero los estragos del mundo sanguíneo lo ocultan en mi coleto.


Si pudiera hablar sin cesar, lo haría con ojos cerrados y palmas abiertas, lo haría en un minuto y dos, y en tres; hasta que dejase de existir el tiempo y el espacio, crearía tal monserga capaz de generar atisbos de realidad. Hablaría sin cesar del estertor al cual me someto mientras la luna surca las sábanas gastadas. Si pudiese hablar sin cesar sobre mis delirios y el desprendimiento de mi carne, lo haría con un hacha, sería el filo de plomo cayendo sobre mis pestañas, los ríos de sal y los estragos cubrirían poro a poro la desolación y el abandono.

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