miércoles, septiembre 07, 2011

ZOO

Dispararé una bala, sé que dará justo entre mis cejas. Volaré cada parte con un sólo disparo y entonces nada más será necesario. Nadie más lo sabrá. Volverá todo marchitar violáceo que ilumina una vida y el mundo entero seguirá girando. Contemplaré la ciudad perdida a través de mi ventana por última ocasión porque ya es hora de volver a la realidad. No más lucidez imprescindible y entonces, nuevamente nada será necesario.

Bastará con el galopar acobardado del potro que he tenido enlazado por un buen tiempo. Se volverá completamente asfixiante. Y redundantemente nada será necesario. El último relinchar y entonces podré cabalgar hacia el firmamento. Arrastraré mi índice sobre las estrellas opacas y volveré a probar la vida que se lleva sin un poco de calidez. De nuevo me hallo perdido en un océano fugaz creado por mi reflejo al escribir todo el libelo que se ha arrastrado tras estás últimas líneas.

Y pronto encontraré ese bote salvavidas que siempre va rumbo al norte. Rumbo a la esperanza suicida que se contempla mejor en invierno. No más nimiedades absurdas. No más disparates obstinados al aire. Y mucho menos, ni una sola lágrima dejaré caer. ¿Por qué?, ¿Por qué no volver a reanudar la jornada y el viaje presuntuoso?

Sacaré la cabeza por la ventana una vez más. Refrescaré mis memorias con esa fría brisa que inunda mi habitación y voltearé de cabeza a aquello que no esté de acuerdo. Las babosas que resbalan por la pared tendrán alas y comprenderán la dicha que es tener la belleza interior reflejada en un par de esperanzas aladas. Contemplaré mi reloj y entonces, después de toda la vieja rutina rota por un par de malas palabras alardeadas saldré de esta cruda realidad.

Volveré como he sido desde un principio. Emanaré tal riqueza que tendré tantos reyes como lunares en la espalda porque por fin habré llegado al origen del círculo de la vida. Al círculo donde descansa y se posa admirable el mal de males. En su presencia daré un gran escupitajo y recitaré los versos más sublimes que he ido encontrando a lo largo de mi vida, que la otra mitad aún no ha llegado. 

Me adentraré en el obscuro bosque y saldré victorioso. Compresible de mí mismo porque es hora de liberar todos mis experimentos y dejarlos echar a andar su maquinaria. La noche lo precisa, tú lo precisas, la vida misma lo requiere. Y entonces después de tanto retinar en mi pupila todas esas vagas evidencias del vivir explayado de sus seres habré aprendido a lidiar con todo aquello que no está a mi disposición como has de creer pertinente.

Dos, tres, cuatro... Dime qué hora es.

1 comentario:

  1. Gracias por ser tu en el momento indicado y por seguir siendo en el momento disipado, y por querer ser, inmortalizado en tus pensamientos abiertos que yo puedo leer (:... gracias por dejarme husmear tus pensamientos Allan!

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