sábado, noviembre 03, 2012

El esqueleto sobre mí

Eres la llama que vive en mi corazón de acetileno. Lleva consigo el tatuaje de tus memorias corrompidas por la noche distorsionada. Recuerdos y memorias arraigadas a un solo suceso, aquél que trasciende y lo ha hecho desde el origen del tiempo. Desde el comienzo de nuestros días. Inimaginables destellos y centellas que pretenden confesarnos la vida discontinua en un soliloquio. Justo como la miel, ¿acaso no recuerdas?

Vivimos de las etiquetas estigmatizadas por la sociedad, y de todas esas consignas agravadas latentes en la misma. Somos parte del hatajo del mundo que prohíbe las verdaderas muestras de pasión, y que en cambio, sólo recurre a una sarta de irreverencias vacías. ¡Al carajo la vida morigerada! Hoy hablo de mostrarte cómo sería la realidad, TU REALIDAD, ya no vengo diciendo "Quizás en otra vida". No. Específicamente hoy quiero mostrarte el camino adulado con rosas a los costados. Enseñarte el carmesí de mis noches. La constelación que cargo siempre en la espalda. Sé que podrías adorar hasta la parte más mezquina.

Quizá si pudiésemos hablar sólo del clima... Entonces todo sería tan sencillo pero no, al menos no por estos días. Sé que tengo más de trescientos botes en la cabeza, todos rumbo al norte. Rumbo a la gracia divina. Vamos reverendas deidades, vengan a mí y atrévanse a retractar todo lo que ha proliferado dentro del libelo que escurre por mis venas. Hagan el gran acto de aparición y demuestren que en verdad es imposible sostener la dulzura de sus lágrimas en un pañuelo rosa. Sólo espero la gran señal. La que determinará el girar de las manecillas una vez más.


Y, mientras tanto, sigo contando el número de gotas que recorren el interior de mi cuerpo.  Todas aquellas que se retuercen esperando el día en que puedan salir, de nuevo. Esperando el momento preciso en el que tú y yo nos volvamos uno mismo delante del mar...

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