viernes, septiembre 27, 2013

Soliloquio No.3

A veces vocifero desdeño a torrentes desde mis entrañas, lo hago por mera coincidencia. Algunas otras pareciera ser que no hay orden o razón ni entendimiento pero, sea el caso en el que nos situemos, siempre podremos encontrar la calidez de tu torso junto al mío.

Aún hay maneras imprecisas e imprevistas para continuar caminando despierto, y aunque la incertidumbre de la nueva vida siga papable sobre nuestras palmas, seguiremos encontrando la misma calidez sobre nuestras palmas, el mismo solaz en la danza de nuestros sentidos. Suelo repetir el mismo galimatías en monsergas y peroratas. Suelo hacerlo de dos en tres y de tres en cuatro, en soliloquios y coloquios para aquellos que siempre están presentes sin mente. Suelo referir todo en la vida al jodido libelo al cual nos vemos expuestos con el paso del tiempo y, si tenemos un poco de buena suerte, con el paso del sueño eterno. A veces es bueno estar despierto y ausente, y otras tantas, es bueno estar dormido con conciencia. Algunas más es necesario no dormir y pasar en vela el estertor nocturno por completo bajo las cobijas sólo para llegar hasta el firmamento infinito.

Caminar despacio y lento a la vez, sin marcar los pasos ni volar en el mismo instante. Caminar lento y rápido simultáneamente, con el crujir de las manecillas sobre nuestras nucas y sentir el hervor de la sangre que circula en nuestra memoria. Caminar lento, despacio, rápido y sin prisas con un propósito, con el deseo ferviente de llegar, tarde pero llegar. Caminar vivo y despierto, con prisas y sin compromisos, hacerlo al derecho y al revés, sin manifestaciones abruptas ni destellantes lisonjeos imaginarios. Y una última vez caminar dormido y sin sueño, hacerlo de izquierda a derecha con la mano sobre la cabeza, con la cabeza sobre los impulsos y, cada uno de estos sobre las estrellas y constelaciones y galaxias y agujeros negros o sea, caminar pues, sin detenimientos ni represalias. Caminar, caminar, caminar. Despertar.

A veces creo haber vomitado todo el libelo y porquería que cargo en la barriga, pero, para todas aquellas ocasiones en las que aún siempre queda el último aliento, aún podemos dejar la ventana abierta y mientras eso sucede, tú y yo podremos ser sin ser. Podremos estar sin ser. Podremos despertar sin ser, y ante todo lo anterior siempre podremos encontrar la calidez de tu torso junto al mío...

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