domingo, octubre 19, 2014

Alabastro de espíritu

Hablando de conciencias, suelo hacerme la misma pregunta. Las palabras resuenan en mi mente y escucho las conversaciones atónitas que mantienen aquellos presentes y ausentes. Divago dentro del mar de tinieblas que estoy condenado a cargar sobre mi columna vertebral, y veo cada gota caer en busca del mar salado, de la base del mundo. La copa que sostuve se ha desprendido de la jaula y es entonces que carcome mi ser desgarrando cada centímetro. Los estragos de una noche estrafalaria aún están corroyendo mis sentidos, y aunque no hay un descanso etéreo para mi situación, puedo dar media vuelta sin decir adiós.

Estoy escásamente a cuatro días para volver a ver mi realidad. Aún no estoy del todo seguro sobre esta situación. Entraré por la puerta principal, porque es evidente que soy el invitado más importante, y caminaré hasta los miligramos que rompen la línea de la ficción. Aún soy ansiedad y depresión remarcada en mi brazo izquierdo, porque aunque dichas marcas se han desvanecido, habrá una mala racha en la que volveré a terminar bajo la cama. Desenterrando todas las cajas de zapatos que he ocultado por mera fascinación. Esclareciendo con las luces parpadeantes como prueba atroz de que pronto volverán.

Estoy aquí, sin nada que dar o algo que recibir. Me he puesto mis mejores ropas. He atado mis cordones y he anudado mi corbata. He recortado los recuerdos que escurren desde la punta de mis dedos y he manchado al mundo - con el corazón en las manos - de carmesí. Pretendo hacerme presente sólo con los latidos aterciopelados. Estoy aquí, listo, sin miedo alguno, me he desprendido de mí mismo, he abandonado mi cuerpo.

Mientras la atmósfera me consume, vuelvo a resurgir de entre las cenizas con la ferviente idea de crear la revolución que estamos esperando. Sólo basta con cerrar los ojos, respirar. Y entonces es hora de despertar...

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