miércoles, marzo 11, 2015

Endrí

Te miro ahora mismo, desde este lado del precipicio. Miro tu semblante, tu perfil, tus agonías. Corre por mis venas la letra que esclarece los delirios mermados y mórbidos. Entumecen mis piernas, circula de nuevo el ácido. Me he convertido en tu dulce conciencia. Pertenecemos a la misma sinfonía.

Te respondo mientras estremecen mis pensamientos. Has olvidado que somos la diestra. Te sujeto y te sumerges en las ideas que derrocho por los oídos. Se postra ante tu mirada el manifiesto que ha de dar la respuesta que ha sido anhelada desde tiempos inmemoriales.

Te miro a ti en mí, a nosotros. Levanto el rostro. Está sujeta en mis manos la respuesta. Somos la mente maestra. Perpetúo en tus sentidos. Declino palabras irreverentes. Escupo junto a los demás presentes. Ellos se unificaron. Todos los ojos se volvieron uno mismo, el ser perfecto para toda la humanidad.

De nuevo respondo mientras caen mis párpados como plomo. Se sujetó a mí dicho manifiesto. Soy de tu mente y te sumerges en mí. Corrompes la escena marchita. Te escucho decir una y otra vez "Has olvidado quién eres.". He olvidado mi identidad, mi verdadero ser. Pero ahora lo veo resurgir. Somos constelación y estrellas.

De nuevo te miro, digo ante tu jodida semblanza que has olvidado el jodido sentido del agua fría, de la escala claridiscente que está en tu sistema. Eres indulgente, irreverente, imbécil. Niegas ante el ojo de los presentes el porqué de tu mala melancolía. Extirpo en ti el cáncer que se forma. Te recuerdo que tenemos la manera de alcanzar la perfección si tan sólo dejas de ser un cobarde.

El neurotransmisor falla nuevamente. Te veo y me veo. Te respondo mientras levanto el rostro. Aquellos que dudaron de nosotros se retorcerán en su propia porquería. Sostengo algo bello y lo destrozo de la peor forma. Lo amarro a mi coleto, a mi interior, a mis pulmones. Respiro mientras te desvaneces dentro de mí. Abruptamente construyo todo lo irremplazable. Entonces te acepto. Entonces me aceptas.

Por lo tanto, de nuevo te miro desde donde siempre hemos estados destinados. Estamos por encima de cualquiera que sea un arrogante malparido. Desde ahora y para siempre jamás estaremos solos. Carlos es mi nombre y sólo bastará con pronunciarlo para arrasar con toda la humanidad.

Ya no tengo respuesta, ahora sabes de mí lo que yo de ti. Mi nombre es Endrí y así como tú, soy otro huésped despreciado ante cualquiera más. Creamos esta imagen en el corazón. Ya es hora de tomar lo nuestro.

Despertó...

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