jueves, septiembre 17, 2015

How Strange, Innocence

Me he olvidado a mí mismo, he olvidado cómo prevalecer en esperanza sin que se convierta en plomo. Sin que vuelva de nuevo radiante e iridiscente mientras sigo afable y galardonado por cada uno de tus encantos. Me parece incongruente, y peor aún, imposible no referir cada parte del día a ti y a tus recuerdos y a mis recuerdos en los que te manifiestas aunque sea más por el pensamiento que por acción. He olvidado más que eso, he olvidado en qué se basa la hegemonía de los trópicos con sus respectivas latitudes, las direcciones y ubicaciones permisibles para encontrar el oro negro que tanto se ha perdido a lo largo del tiempo. Recurrentes soliloquios invaden mi magín a razón de tanta bazofia y mierda que está marcada en el girar inmaculado del reloj de la vida, y es por dicha razón que, estoy precisando esclarecer las políticas de mi propio contrato, el mismo donde se ha dictaminado mi muerte aunque no sea tan relevante como debería porque precisamente la última muerte lleva tu nombre dentro.

Debería comenzar con dejar el ser taimado e influenciable por el clima, por los estragos amargos de los anhelos y las reminiscencias que en verdad deberían de tener la relevancia de un ardite. Dejar atrás los abandonos en el desierto y las ausencias marcadas sobre el filo de mi piel, sobre cada una de las constelaciones que se han postrado sobre la misma, sobre todo el universo y su cosmogonía que en el "Todo está escrito en tus ojos." se puede leer entrelíneas. Continuando con los sonidos y el disturbio conceptual marcado en mis retinas, recurriendo a la vieja temporada fría donde como extraños dijimos adiós. Dejando atrás el rememorar ininteligible e inconmensurable donde vinculé las flores que yacen bajo mi piel con el universo de más allá, donde prevalece la utopía antes que la realidad.

He dejado de concebir y conciliar la idea del bien común que está por venir. Que se vaya al carajo. Hay un ciclo recurrente en el que me he percatado de la manera en la que fluye el mundo y sus consecuencias marchitas e inclusive las que florecen día con día. He experimentado dicha sensación de plenitud en la que se llega a un clímax donde uno indefenso del mundo, sin vendas en los ojos ni algo bajo el brazo, se presenta. Sin cordón umbilical, sin respuestas absurdas o preguntas indulgentes. Desprotegido y donde sin remedio alguno, he muerto nuevamente.

Podría decir que al destruirme me han creado, herido y resucitado, con más estragos en comparación al inicio. Puedo decir, ahora, que de nuevo me he convertido en la sombra del mundo, que soy parte del deplorable sistema donde, y resignado, te he dejado desparecer.

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