viernes, abril 29, 2016

León y tigre

He aprendido a leer al derecho y al revés, lo he hecho a razón de tu tacto y tu piel, no he olvidado el cero a la izquierda que pareciera inexistente; he aprendido sin razón, cual viajero a la carta de navegación, a la brújula inexacta que se palpa sobre tus muslos. He aprendido a hacerlo poco a poco y con la luz apagada, con las bestias fortuitas delante de nosotros y con los estragos de aquellas agonías a las cuales no pertenecemos; he aprendido sin negar mi propia existencia ni la tuya en mí (o viceversa).

He hablar de amor, de la vida, la muerte, las pasiones y los delirios, de los impulsos y los sentidos; lo he hecho en las horas malditas con las manos quietas y el hálito de cada suspiro aún pasmado delante de mí. He de concebir la vida que no merezco (ni poseo) en un parpadeo, imaginando ese momento en el que seas más que de mi tacto y mi sangre, de mi respiración; he de hacerlo al amanecer y al anochecer mientras nos enseñamos a corresponder.

He de aprender a leer y hablar mientras digo sí y no a la vez, mientras me consumo en cenizas con el alma sujeta a mis memorias y a tus latidos, he de hacerlo sin siquiera esperar la inmortalidad en el fin de los tiempos o en el cosmos; he de hacerlo sin razón o comprensión. He de tatuar al amor en cada flor bajo mi piel y he de hacerlo mientras, y con ojos cerrados, me difumino en ti... Mientras me pierdo en ti...

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