Habría preferido no dar connotaciones al aire con tanta franca ambigüedad, no lo digo de manera vivaz o elocuente, es más bien una especie de estertor taciturno que apesta a mierda. Las maneras de proclamar victoria no son del todo correctas o afables, al menos no para esos jodidos receptores carentes de sarcasmo indiferente; y aunque en verdad lo fuera jamás sería suficiente <suficiente nunca es bastante>.
Vamos vamos, no vengo a empobrecer tu retorcida mente con delirios banales y mezquinos sobre la vida, ¡no qué bah!; veamos esto, querido lector, como una especie de ultimátum lanzado desde el corazón y apuntado justamente entre las cejas, hablemos de la isla radiante y el claridiscente fulgor derrochado desde tu mirar hacia el mío, ¿acaso no ves la transparencia entre líneas que hoy he decretado?, o es acaso que dije algo mal... (¿?)
Las palabras me sobran y escurren de los dedos y los codos y las muñecas y los hombros y las clavículas; aunque mi boca calle con tanta desgana, aunque tenga una radiante inexpresividad arrogante, aunque el mundo se detenga y gire hacia el lado contrario, aunque deba de sangrar por la sien a causa de mi corona.
Tanto libelo por décadas y décadas han de consagrar algo impío sobre este inmaculado abandono y desolación, no queda más, no queda más; nos quedamos solos. Entonces morimos solos.
Pasa la noche con tanta calma, irradia agobio y agonía en silencio, mira debajo de la cama y encontrarás las dos caras de la verdad; miro debajo de la cama y soy atento al delirio que carcome mi ser.
Pasa la noche con tanta calma, irradia agobio y agonía mientras, a tientas y a ciegas, busco el consuelo de los recuerdos sobre sábanas gastadas.
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