viernes, octubre 19, 2018

Maybe not

La calma y el llanto se sumergen en el reflejo de dos lunas; teléfonos sin respuesta. De reminiscencias tan irrelevantes como el ondeo de un mechón se llena la conciencia, tanto como quepa en la palma de las manos y los bolsillos disponibles; remordimientos perpetuos.

De manos abiertas se escurre la vida; desolación abandonada. El arrepentimiento arremete cuando la melancolía aparece a media noche carcomiendo, de manera soez, las ganas de respirar por convicción.

El alma también se hace dulce y amarga según la divinidad presente demande, el último momento perpetuo es en el que, con brillo iridiscente, la noche articulada y menguada cae sobre la columna vertebral; la obscuridad fascinada por la desnudez que comienza por las retinas. De llanto inmerso en catarsis y conmoción se hace la vida.


Las palabras colapsan donde el hastío encuentra el punto de quiebre, las copas caen mientras desgarrando  centímetro a centímetro la piel, mientras el mundo a nuestros pies se tiñe violeta. Hemos de llevar la gracia y gloria resplandeciente de Venus sobre la espalda, tatuada sobre cada constelación inexplorada esperando el momento en el que, de pasiones ajenas e intensas, viva y muera una vez más.

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