viernes, noviembre 29, 2013

Perderme en ti

Quizá cambiará un poco la manera de comprender y percibir al mundo y a la sociedad. Siempre comienza con el dormitar mientras todas las bestias están en movimiento perpetuo. Comienza siempre de nuevo mientras voy camino casa, mientras la atmósfera me consume lentamente como las viejas cenizas que quedaron de la última insurrección, de la última resurrección. Aún se siente el calambre de la última cruz que quedó sepultada en letras y palabras y torrentes sanguíneos donde mi manchar carmesí-violeta sigue dando vueltas a ese viejo ciclo. Vuelvo de nuevo al inicio, comienza siempre con el color verde y el café que sigue palpable sobre nuestras retinas, con el caer de las hojas sobre nuestro cabello enmarañado, donde veo hacia cada extremo los nudos que sujetan mi alma. Entonces sé que de nuevo me encuentro en el inicio, parpadeando, bostezando, rebosando de latidos y de frecuencias que ahora encuentro demasiado variadas.

Alguna vez hablé de caminar sin pestañas (o era dormir¿?) y también de que la mancha de una nueva vida siempre estará escurriendo desde nuestros codos hasta los nudillos pero, para mi buena suerte hace poco que perdí uno de ellos. Continúo entonces, nuevamente hay que caminar lento y rápido a la vez, volando y corriendo mientras aprendemos a caminar sin remordimientos ni regresiones. Caminar y volar mientras nadamos dentro de nuestras cabezas, mientras navegamos en los agujeros de tus ojos. Suelo preguntarme cuál es la manera de sostener tu mano pero ya no me detengo a corroborar si lo estoy haciendo bien o mal. No. Ahora me dedico a disfrutar de ese acierto o aberración como nunca antes. No hay maneras precisas ni concisas o consistentes para volar pero siempre podremos hacerlo al amanecer.

También llega a mi memoria una reminiscencia arcaica, en la que situé mi vista sobre la ciudad de las nubes bajas, donde la carretera de caminos fugaces se acortaba mientras sostenía la última gota de tu sangre derramándose sobre mi abdomen, y aún así, jamás me cansaré de verla chapalear dentro de mis poros. Sólo no olvides cuál fue la promesa eterna, la misma en la que consagramos cada una de las vidas que nos quedan por vivir a encontrarnos y entonces, de nuevo te quedarás sin palabras. Entonces de nuevo miraremos el verde y el café de nuestras memorias porque para entonces, no tendremos que esperar más casualidades. Será entonces que tendremos una vida menos marginada y con menos complicaciones. Entonces será que ya no dormiré porque por fin me habré perdido en ti.

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