sábado, enero 03, 2015

Horas malditas

Ya no despiertas porque ni siquiera duermes. Te mantienes en vela cada día con la jodida esperanza de una nueva salvación. El vacío recorre las entrañas y desgarra cada centímetro de piel de manera intrigante. Ves recorrer todo ese extenuante río violeta-carmesí y gritas para tus adentros <¡Puta vida!>. No hay rastro de perpetuidad en ningún lugar. Cierras los ojos con la ferviente idea de descansar/morir sin darte cuenta que sólo se trata de un placebo para la realidad. Las reminiscencias están latentes en todos tus sentidos mientras levantas la mirada para admirar el amanecer. El reloj sigue roto y las manecillas dejaron de existir en ese momento en el que se unificó tiempo y espacio.

Levantas la mirada y tus párpados hinchados caen como pequeños copos de plomo. La vida está ahí mientras te retuerces en el suelo deseando un poco de sanidad. Mientras la vida miscroscópica se convierte en parte del cosmos etéreo, algo ecléctico resurge de entre cada blasfemia irreverente. Lanzas el primer escupitajo pensando que caerá en el rostro de Dios pero, has olvidado cómo llegar al firmamento con sólo estirar la piel, que dicho acto fúnebre se devuelve a ti como chancro lodoso.

Es precisamente ahora un momento para retomar todas esas viejas enseñanzas que se retuercen en mi muñeca. Pienso al menos una vez más de qué se tratará ese extenuante atisbo de realidad que se postra como libertad en mi ventana. He dicho que todo está escrito en tus ojos y que vivo compaginando nuestra utopía con la realidad... Hoy digo que es parte de mi sistema. Que cruzo mis dedos mientras desencarno las mordidas de mi regazo... Eres toda y cada una de ellas. De esas pusilánimes malas melancolías.

Me he embriagado con la noche articulada con esa mala manía de relacionar mi tacto con esas conversaciones que se sostienen con la mirada...

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