Hablo contigo y mi cuerpo estremece, mis impulsos colapsan en invierno. Recuerdo las horas pasar mientras tú y yo acortábamos la distancia creada en el contexto, entre las líneas de nuestros suspiros. Quiero viajar/desaparecer a través de tus ojos, ser parte de ti y tu piel, trazar estrellas y constelaciones con la tinta que escurre de mis venas, transita mis labios acariciando los tuyos. No encuentro una manera para proclamar victoria mientras sujeto nuestros impulsos. Vivo mermado y taciturno consagrando miedos esperando emerger delante del mar.
No me canso de proclamar ante cualquier presente la belleza ecléctica que está escrita en tus ojos y justo ahora, mientras respiro y cierro los ojos, es que quisiera cantar y gritar y disfrutar y lisonjear de lo lindo. Enaltecer la sublime proeza en la que podremos callar y silenciar nuestros silencios con los recuerdos llenos de incertidumbre que podremos coleccionar bajo el sol de la media noche, al norte donde enterramos las anheladas pasiones.
Hoy vengo nuevamente delante de ti sin nada que dar o recibir, justo como llegué al mundo, siendo sólo un hombre lleno de reminiscencias de vidas pasadas. Un hombre con la ferviente idea de ser el todo y el nada antes del amanecer. Con la idea arraigada de compaginar nuestras utopías con la realidad, porque querida mía, eres la dulce dulce consciencia mía.
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