He estado relacionando de manera rosa, con el corazón en las manos y el alma de frente, cuantificando cada pársec que se ha creado entre nosotros a raíz de la máquina de letras, del océano de libros y alfabetos y cada uno de los versos intangibles e inteligibles resueltos para nuestros adentros. Me preocupa no perderme en ti, ser más de tus pensamientos que de ti, ser menos de cinco minutos antes del anochecer. Me preocupa todo y nada, me preocupa simplemente no prevalecer.
Me encuentro transcribiendo en mis pupilas esas viejas conversaciones que desencadenaron un desquiciante y árido desierto de melancolía y soledad en cada centímetro de mi piel, que trasciende a través de mis venas, de mi sangre y de cada parte primordial de mi ser. Transcribiendo con la tinta carmesí que carcome mi cuerpo entero ese vínculo que se establece entre nuestras mentes mórbidas e inestables, entre la noche articulada y el cielo menguado, entre los discursos lánguidos y el hastío del mundo que sostengo en la punta de mi lengua.
Y aquí y ahora que no nos encontramos ni nos olvidamos, que dirigimos un hatajo de soliloquios y monsergas al azar, al viento y al sonido de este, que hemos profanado y procreado más que un pacto etéreo entre nuestra labia y nuestro tacto, que vinculamos nuestros corazones y que esclarecimos cada una de los acuerdos irreversibles, es entonces que somos algo tan muerto como la luna.
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