No hay baladas para el desprecio y la enajenación que corrompe mis retinas, me hallo situado, me hallo encontrado. Te he perdido ante el oasis de desesperación, bajo Saturno y Venus y Júpiter y cada constelación y cada universo y toda la cosmogonía de tu mirar.
Y ahora que quedó estipulado como marrullería fina haré una mescolanza de saberes y sabores, de claro y oscuro. Claro que sí...
Hablé de ausencia y presencia,
de una bella manera de corresponder,
de abandono e indiferencia
inmaculada antes de desaparecer...
Hablé de tacto etéreo, de utopías, de constelaciones y galaxias, de la inmortalidad en tu piel y en tu sangre, en tu respiración.
Hablé de los viajes al norte y las tres deidades atiborrando palabras a raudales sobre las flores, bajo las solapas de una llama de acetileno, de la infinidad finita grabada en tus ojos.
Hablé sin cesar, por los codos y por las palmas. Por los párpados.
Hablé con la mano sobre la cabeza, con el corazón en la garganta.
Hablé en un minuto y dos y en tres.
Hablé de la falta de comprensión.
Hablé de la ausencia de razón.
Hablé y hablé y hablé...
Miro de nuevo la ventana, el recorrido y aquellos días de ingenio, reitero la razón omnímoda que no comprendes/comprendo, "sigue caminando, no te detengas" repito una y otra vez y respiro para desaparecer, para prevalecer.
No basta con sentirlo, hay que oírlo, probarlo y desazonarlo. Hay que mirarlo con ojos cerrados y párpados henchidos.
Hay que hablarlo por la piel y por el tacto. Mantener conversaciones...
Hay que sentirlo con los pies sobre el aire y la razón sobre el corazón...
Hay que vivirlo. Por lo pronto partiremos mañana... Mañana...
Mañana...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario