sábado, marzo 12, 2016

Chocolate amargo

La única certeza de mi noche es saber que me llevas en el sabor de tus labios y en tu respiración. Vivo eternamente recapitulando las malas jornadas, las buenas proezas, algunas viejas promesas y un sinfín de muertes irrefutables; voy a comenzar recorriendo cada mirada, es más, voy a recorrerte entera con la mirada, voy a hacerlo de pies a cabeza y desde tu alma hasta la mía. Simplemente voy a recorrer cada trayecto y cada camino marcado sobre tu cuerpo, voy a envolverme con tu desnudez, voy trazar sobre ti la marca etérea de mis imperfecciones y constelaciones. Irremediablemente voy a corromper tu inocencia con delicadeza.

Vivo consagrando el tacto de tus palmas sobre las mías, lo hago de vuelta a casa mientras vivo y asimilo y pienso de tres en cinco y de cinco en mil; lo estoy haciendo a razón del recuerdo de tu aroma, a expensas de mis brazos al rededor de tu cuello, a causa de mi delirio fecundando tus pensamientos. Somos más que constelaciones y cosmogonía y la serie de patrones y la hegemonía que mantiene con los latidos carmesí. Somos la micro y macropartícula sobre la palma de dios y del universo, somos esa diferencia en el romance.

Ahora, que he pretendido describir y escudriñar el tacto etéreo de mí en ti (y viceversa), podría y puedo reiterar para mis adentros, para mis pensamientos, para mi piel y mi sangre que perdí la razón en tu mirar, que la única certeza de mi noche es saber que me llevas en el sabor de tus labios, en tu respiración...

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