miércoles, septiembre 13, 2017

Misery is a Butterfly

Comienza con un vagar arrebatado. Manos transpirantes que escurren encima de mi rostro, un pasillo largo inmerso en gente y suciedad. Cuatro pies que caminan sin cesar y dedos afilados que se entrelazan en mi cuello, en mis entrañas, en mis memorias. Después, vuelco al corazón, un palpitar alebrestado que late al compás de los impulsos. Un cerrar de ojos indeterminado y, de pronto, todo se torna tan distinto... justo como aquella vez en la que el líquido revitalizante fulminó cada uno de mis más arraigados y arcaicos pensamientos corrompidos.

Parpadear sin calma alguna, sin pestañas ni lágrimas, un parpadear sin remordimientos. A veces aún puedo sentir el tocar de la nieve en cada uno de mis poros; de nuevo y con manos lentas,  me encuentro caminando. Caminando con arena entre los dedos de los pies y un poco de brisa fría que se impacta en mis mejillas. El punto es continuar sin detenerse, por fin puedo sentir el emerger latente y ardiente del agua que se rodea de talco hasta donde mis ojos perciben. Un parpadeo más, el último, y mi cuerpo aún agonizante por esa extraña sensación se encuentro dentro. Conforme el abismo crece, comienza a aparecer gente que se creía en el olvido, y mientras las burbujas de aire resbalan a través de mi piel, la luz comienza a desvanecerse. Siempre más al fondo aunque el oxígeno me falte en los pulmones...

Cada vez más dentro hasta que, de pronto, no hay supuración ni nada semejante, en ese preciso momento en el que sientes el mundo derrumbarse bajo tus pies, un extraño e iridiscente resplandor asciende desde lo más profundo. Es así que cada milésima parte de energía vuelve a circular a través de todo mi sistema. Cuando estoy frente con desesperación lucho por lograr desenterrar el oro negro y al sucumbir desde esa inconmensurable obscuridad, sale a flote una raíz enorme con pequeños tallos alrededor. 

Es hora de volver, de regresar de a la manera perpetua. Es fácil creer y sentir que se puede. Braceo descontrolado por llegar a la superficie y conforme la luz comienza a volver, dicha raíz comienza a desmoronarse en mis propios dedos.

De nuevo abro los ojos y entonces siento la realidad como balde de agua fría, miro hacia enfrente y me convierto en mariposa.

Batiendo las alas al son de la media noche, hoy despierto completamente. Despierto con la última imagen que estuvo impresa en todos mis impulsos y, que por fin, he arrancado hasta de la parte más oculta. Un lugar donde ellos habitan, tranquilo y esperanzado, hasta entonces, seguiré caminando despierto. Seguiré caminando sin regresiones ni remordimientos (miro hacia enfrente y me convierto en mariposa).

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