jueves, enero 24, 2019

Perspectivas

Terminar con manos al cuello, sea por arrebato o sólo el hastío perpetuo que se convierte, día a día, en el pasatiempo favorito. Las manos tiemblan y estremecen conforme la sangre recorre el cuerpo a raudales, subiendo lentamente el desenfreno. Los ojos vuelan dispersos buscando encontrar colisiones, sean labios o planetas,  dándole sentido a la muerte.

Existe un delgado trecho entre el pecho y los latidos, estos conllevan ritmos y palpitares al son de la media noche, al metrónomo de asfixia y primer atisbo de realidad. Cerrar los ojos sólo para desaparecer, convertirse en cenizas mientras el tiempo se detiene; cerrar los ojos para despertar, para olvidar.


Al final se percibe el último entorno conocido, los pies desfallecen. La ligereza del aire te sujeta por el alma, te vuelves uno con el viento... te desvaneces ... 

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