sábado, abril 07, 2012

Refrigerador con timbre

Jamás conocí un inicio con un final tan redundante. Las palabras arrebatadas de mi boca han gastado hasta el último par de esperanzas. No más zozobra. He soltado el último cabo. El nudo que sujetaba la barca está por quebrarse una vez más, y después, Noruega espera. Quizá ha esperado tanto tiempo, tanto ha desperdiciado en un arribo insaciable. Y quizá si se atreve a abrir el puerto sólo una vez más comprenderá y entenderá que tan jodida estuvo la vida. No ha llego al límite de la idealidad. 

El mundo inmaculado se postra delante mío. Jamás estuvo tan limpio. Tan puro. Tan vacío. Aprendí a portar el casco de la manera correcta. He aprendido a cargar con la vida debajo de brazo cual libro de incoherencias que he escrito noche tras noche. Jamás diré algo más que no sea para mis adentros más ocultos. Encuéntrame en el asilo. Encuéntrame en el club. Encuéntrame en la boda. Si tengo la suerte prescindible. Encuéntrame en tu habitación y esta vez no olvides revisar debajo de la cama y dentro el armario. 

El contexto de tu cabeza una vez más olvidó como corromper a la vida entera. Me pregunto dónde habrá quedado el gigante de las botas rojas que conocí un buen día del jodido año. Y ahora tú, vienes a mi presencia y preguntas qué es lo que está sucediendo. Entonces ven por tu respuesta que encontré en mis pantalones. La estuve guardando una vida entera. Una eternidad o dos, la noción del tiempo ya no es más una parte importante.

El despertar de la luna y el sol rompe los tubos capilares de mi escritorio. La luz que irradia sólo tiene comparación en invierno. Hasta entonces será que la maquinaria será aceitada. Entonces sucederá que convergeré dentro de nuevo, y al salir... te contaré la más asombrosa historia.

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